martes, abril 11, 2006

Roberta Muerta


Ocurrió durante la época de Navidad. Por estas fechas tan señaladas toda la familia, por llamar a este grupo de personas de algún modo, se había reunido para parecerse a los demás. El mayor de los hermanos llevaba nueve años fuera y sólo venía por vacaciones, que rara vez coincidía con estos meses de belenes y papanoeles. El mediano, aparecía por casa más a menudo y eso era curioso, teniendo en cuenta que los dos últimos años los había pasado pululando por países extrangeros; es de suponer que aquella casa le servía de escala. Y en cuanto a la pequeña, Roberta, ya no era pequeña, de hecho, nunca lo había sido; nació adulta, con buena memoria, mal carácter y el corazón arañado por una posible vida anterior. El papá y la mamá ahí estaban, por si acaso..., sólo que el caso nunca se había dado.
En estos días de polvorón y pandereta, Roberta supo que se estaba muriendo, pero no comentó nada en casa porque sería de muerte sobrenatural, y no conocía la forma de explicar esto; sólo tenía claro que se estaba muriendo por partes, dos para ser exactos: la izquierda y la derecha, aunque no sabía cuál de las dos caería primero, porque hacía mucho tiempo que eran independientes. El lado derecho de su cuerpo estaba lleno de magulladuras, cicatrices y dolores que hacían que envejeciera más rápidamente que el izquierdo. Pero Roberta, que a decir verdad era bastante inteligente, supuso que el lado que moriría primero sería precisamente este último, de no usarlo. No había nada que indicara que tenía inquietud por vivir; siempre fue un lado muy pasivo. Sus sospechas se hacían cada vez más evidentes. Incluso llego a pensar que tal vez estuvo muerto desde el principio si no fuera porque ella fumaba, y fumaba con la mano izquierda.
Roberta se propuso usar más este lado tan vago, pero no obtuvo muy buenos resultados; cada vez que tenía un problema o había algo que la atormentara como para no dormir ( porque Roberta, entre otras cosas murió de insomnio), intentaba escuchar por el oído izquierdo, cerrar el párpado derecho y apretar el puño zurdo. Pero las úlceras reprimidas seguían apareciendo en el lado diestro de su cuerpo.
Antes de que terminaran aquellas navidades, Roberta había muerto por completo; su lado derecho por agotamiento, estrés y un cáncer que se extendía de arriba a abajo y no de izquierda a derecha. El otro lado murió de aburrimiento y de otro cáncer provocado por el tabaco, o mejor dicho, por sí mismo, que la obligaba a fumar tanto para llenar de humo los pensamientos que tanto la acechaban.
En su epitafio dispuso que escribieran: "Aquí yacen las dos Robertas; la izquierda y la derecha. Desaparecidas por muerte sobrenatural".



R.I.P.

Roberta viva


Roberta resucitó por aburrimiento, simplemente, no porque tuviera que cumplir una importante misión, como aparecérsele a alguien en especial o salvar alguna vida... del aburrimiento, claro; porque después de la muerte sólo había eso, aburrimiento. Roberta, que murió de pena, de insomnio, de estrés y también de un cáncer de pulmón, no tenía ni idea de cómo se las había apañado para regresar a la vida, pero ella, mujer de pocas preguntas, pensó que debía ser lo habitual cuando una se aburría después de morirse. Resucitó en plena calle y a la luz del día, nada de cementerios ni nocturnidades, le daban miedo, no fuera a ser que resucitara alguien a la vez que ella y le diera un susto de muerte.
Ocurrió un 26 de abril, había bastante gente porque era un día entre semana y a esas horas la gente normal salía del trabajo. Por suerte, Roberta no era muy normal que digamos y pasó totalmente desapercibida, porque como todo el mundo sabe la gente normal sólo ve a la normal porque tienen ojos normales y porque además les importa un carajo el resto. Pues eso, que Roberta resucitó y le hubiera encantado celebrarlo con alguien, pero no conocía a nadie que no se fuera a asustar de aquel evento. A decir verdad, Roberta no conocía a nadie, era una muchacha algo solitaria, por no decir solitaria del todo. Siempre llevó una vida bastante aburrida, dedicada a leer historias que le pasaban a otras personas, o imaginando cosas que podrían pasarle a ella, pero sólo imaginando, así podía tenerlo todo controlado, por eso son tan fantásticas las fantasías, porque siempre ocurre lo que se desea. De repente Roberta pensó que quizás la vida le estaba dando una segunda oportunidad para mejorarla: tener amigos, salir con alguien o hasta incluso enamorarse. Pero a Roberta todo eso se le hizo un mundo así que fue a la biblioteca no sin gran tristeza al darse cuenta de que había sido un error volver a la vida, ya que estar viva o muerta venía a ser lo mismo. Consiguió un buen libro y decidió perder el tiempo leyendo. Se sucedieron unas horas y como le ocurre a toda la gente, sea normal o no, le entró hambre. Se miró en los bolsillos, pero no llevaba nada, excepto un poco de aburrimiento que se había traído de ultratumba. Para ver si se le pasaba el hormigueo en el estómago se fue a dar un paseo. Al cabo de una hora el hambre se acrecentó y Roberta desesperada, echó mano de un poco del aburrimiento que llevaba en los bolsillos, le dio un pequeño bocado para ver que tal sabía, y ¡puaj! Le supo muy amargo, comenzó a sentir algo que no era otra cosa que el aburrimiento; se aburrió de tener hambre así que entro en un bar aunque no llevaba dinero y pidió un bocadillo de calamares. Y como ya he dicho que no tenía dinero, se zampó el bocadillo antes de que le pusieran la cuenta por delante.
- Cuatro euros – le dijo el camarero.
“ Qué caro” pensó Roberta. No sabía que hacer. Después de titubear unos minutos, llamó al camarero y discretamente, le dijo que no tenía dinero pero que le daba todo el aburrimiento que llevaba en los bolsillos. El camarero no sabía a donde mirar, pensó que Roberta era la loca del día. Pero ella se sacó del bolsillo el aburrimiento y lo puso sobre el mostrador para que el camarero lo viera. Éste, perplejo ante aquella cosa tan amorfa, cogió un poco y se lo acercó a la nariz para olerlo. Le entraron ganas de estornudar pero en lugar de eso vociferó lo aburrido que estaba de ser camarero y se fue sin despedirse. Y así fue como Roberta encontró su primer trabajo.


(continuará)